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sábado, 11 de septiembre de 2010

Ozil brilla ante un gris 1 - 0

Advertido del bingazo herculano en el Camp Nou, el Madrid tardó un acto en despeinarse. Tras un discretísimo primer tiempo, funcionó el diván de Mourinho, que demandaba un estreno acorde con su prestigio. A la vuelta de la caseta, el Madrid se sacudió las telarañas , subió los decibelios y resolvió la contienda. Lo hizo con un resultado raquítico, pero Osasuna nunca le puso en peligro. El Madrid está por enhebrarse, aún no es un equipo de grandes pinceladas, pero con su reconversión en el segundo acto dejó algunas huellas interesantes: la hinchada del Bernabéu fue agradecida con Özil, un tipo de futbolista que no siempre ha encajado bien en Chamartín (Velázquez, Guti...), y, de forma sorprendente, dejó claro a Cristiano, al que protestó en alguna ocasión, que se le ha acabado el periodo de gracia.

Madrid 1 - Osasuna 0

Real Madrid: Iker Casillas; Sergio Ramos, Carvalho, Pepe, Marcelo; Khedira, Xabi Alonso: Cristiano Ronaldo, Özil (Granero, m.88), Benzema (Pedro León, m.70); e Higuaín (Di María, m.90).

Osasuna: Ricardo; Damiá (Oier, m.63), Lolo, Flaño, Monreal; Juanfran, Puñal, Nekounam, Camuñas; Soriano (Pandiani, m.75); y Aranda (Masoud, m.67).

Goles: 1-0, m.48: Carvalho.

Árbitro: Teixeira Vitienes (colegio cántabro). Amonestó a Cristiano (53) y Marcelo (83) por el Real Madrid, y a Puñal (19) y Aranda (44) por Osasuna.

Incidencias: encuentro correspondiente a la segunda jornada de Primera división, disputado en el estadio Santiago Bernabéu ante 68.000 espectadores.

No arrancó el Madrid con ese aire casi marcial que ha distinguido siempre a los equipos de Mourinho. Tuvo una puesta en escena apática, un tanto funcionarial, con la pelota cosida por concesión de Osasuna, pero con un juego poco chisposo, demasiado en trance. El técnico portugués se presentó al Bernabéu con todo el batallón, con Cristiano y Benzema abiertos a los costados, Higuaín para cerrar el ataque y Özil de nexo con medios y atacantes. No le faltó empeño a ninguno de ellos, ni siquiera a Benzema, activado más que de costumbre. Y, por supuesto, a Cristiano, que con el Madrid nunca dimite, por mucho que le adelanten el alta médica para una simple segunda jornada de Liga. A estas alturas del curso su regreso pareció precipitado, pero ya se sabe que con Mourinho no hay treguas.

Al Madrid le costó dar hilo al juego, por su propia parsimonia y por el acoso de su adversario, bien fortificado y siempre con el interruptor a punto, decidido a cortocircuitar a su rival. Pálido el Madrid, Osasuna se sintió en el paraíso, sin otro sobresalto que un par de desmarques de Higuaín en dirección a Ricardo. Con Aranda aislado, el equipo de Camacho no tuvo predicamento ante Casillas. Su partido era otro.

Hasta que intervino Mourinho, se supone. De vuelta del descanso, el Madrid metió el turbo, ya no fue el conjunto cansino del primer tramo. Con mayor vértigo y todos sus jugadores más tensionados, pronto logró la ventaja. El gol de Carvalho fue un claro ejemplo del nuevo tiempo. Osasuna lanzó una falta lateral y se vio con un gol en contra que retrató al otro Madrid. Un tanto con muchos detalles: Khedira lanzó de primeras a Özil, que había despegado por la derecha como no lo había hecho antes. El alemán, el más chisposo de la noche, frenó a tiempo para asistir a Cristiano, que llegó como una manada por el centro del área. Su disparo lo rechazó Ricardo, pero esta vez el portugués no sufrió una rabieta por su error, sino que cazó el desvió del meta osasunista y concedió el gol a su compatriota. Excelente señal: un defensa central que había llegado de caza, de área a área. Un premio a la voluntad y la ambición de Carvalho.

En ventaja y con mucha mejor disposición, el Madrid sacó de rueda a Osasuna, que padeció un asalto tras otro. El Madrid tenía ímpetu y algún rastro artístico, con arabescos de Cristiano y toques de violín de Özil, que, sin ángulo ante Ricardo, hizo una carantoña a la pelota que casi le obedece hasta la red. Minutos antes, el meta visitante respondió con una magnífica parada ante Higuaín, que, de existir, recibiría un balón de oro al futbolista que mejor se desmarca, su gran especialidad. No es un ariete convencional, él necesita un paisaje mayor. Su relación con el gol es proporcional a su capacidad para entender los espacios. Es curioso, se aleja de la portería para llegar antes a ella. Su juego está muy definido, lo contrario que el de Benzema, poco concreto, ni siquiera cuando, caso de ayer, se deja ver. Visto que el marcador estaba por debajo del juego, Mourinho despachó al francés e incrustó a un centrocampista, Pedro León. El tiempo favorecía a Osasuna, al que Ricardo mantuvo vivo hasta el final de la jornada. Una diana, solo una, le haría feliz; pero en Pamplona el gol tiene un sobreprecio extraordinario. Hay dos osasunas, uno apreciable sin balón y otro sin dictado cuando le cae la pelota a los pies. Entonces no tiene discurso. El del Madrid está por ver. Si es el del primer periodo, tendrá la carga de la hinchada. De momento, con un aprobado justo en el segundo, ya está delante del Barça, que se hizo terrenal, y ha ganado para la causa a Özil, junto a su equipo el primer gran triunfador en Chamartín.

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