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domingo, 15 de agosto de 2010

Mourinho ( The Special One ) impone su ley


En Inglaterra le llamaban The Special One (El Único). En el calcio, en su presentación como técnico del Inter, irrumpió en la sala de prensa utilizando la jerga milanesa. "Non sono un pirla" ("No soy ningún imbécil"), espetó a los atónitos periodistas. En Madrid es José Mourinho, sin más. Eso dijo el día de su puesta en escena en el estadio Santiago Bernabéu después de aparcar su Ferrari azul oscuro: "Yo soy José Mourinho. Uno que ha venido aquí con todas sus cualidades y todos sus defectos".


José Mourinho
A FONDO
Nacimiento: 1963
Lugar:Setúbal
Equipos: Real Madrid

"Impresiona por el trato. Habla la lengua del futbolista", dice Pepe

"Lo que le diferencia de Pellegrini es la agresividad", apunta Marcelo

"La crítica tiene que ser un factor positivo, no de presión" , asegura el portugués

Florentino le fichó por motivador, porque saca el máximo provecho a todos

Para los ingleses sigue siendo The Special One. Y para los italianos, el que se presentó diciendo que no era un pirla. Durante la pretemporada en Los Ángeles, no había día en que un grupo de hinchas británicos no le esperase a la salida del entrenamiento para cantarle: "Stand up for the Special One". Una tarde hasta apareció un hincha del Inter con la camiseta del centenario y una pancarta: Non eri un pirla. Y debajo, las fechas de los tres títulos conseguidos con los neroazzurri (Liga, Copa y Champions).



Él sabe que es especial. Y se gusta. Aunque luego diga que cada entrenador tiene su biblia futbolística y que no hay más misterio. Pero, entonces, ¿qué le hace diferente? "Tiene el mismo efecto que Curro Romero. Cuando conocí a Mourinho, enseguida pensé que era otra cosa. Distinto a los demás. Se ve que tiene algo especial y una gran virtud: dice las cosas claras", cuenta Julio Cendal, el jefe de seguridad del Madrid. Es la opinión que comparten en todos los departamentos del club. La plantilla le ve como un técnico cercano. "Es la primera vez que trabajo con Mou y me ha impresionado por el trato que tiene con los jugadores. Habla la lengua del futbolista y es cercano", explica Pepe. "Es un ganador y quiere dominar física y mentalmente. Y siempre trabaja con el balón", dice Diarra. "Lo que le diferencia de Pellegrini es la agresividad. Quiere que nos entrenemos a tope, sin relajación. Nos transmite que para ganar hay que sufrir", analiza Marcelo.

Las sesiones de entrenamientos, dobles, duran 90 minutos de reloj. Mourinho las cronometra. No para de apuntar cosas en su libreta. Llega una hora antes que los demás y lo deja todo preparado. Y delega lo justo en sus ayudantes. Es él quien está siempre encima de los jugadores. Y no deja de gritarles. Es él quien cuida todo los detalles. Incluidos los fichajes. Manuel Pellegrini se encontró con una plantilla hecha por el presidente, Florentino Pérez, y por Jorge Valdano. Al portugués, en cambio, le han dejado plenos poderes para decidir los refuerzos.

Es Mourinho. Un técnico que cobra casi nueve millones de euros. El que fue capaz de decir, tres días antes de la final de la Champions y con Liga y Copa en el bolsillo, que en Italia no se sentía respetado. El que se burló de un árbitro tras la expulsión de un jugador y salió del campo con el gesto de las manos esposadas. Es capaz de interrumpir una rueda de prensa para decir a un periodista: "Te pareces a Steven Spielberg". Y es el que, en las semifinales de la Champions contra el Barça en San Siro, hizo sentar a Figo a su lado en el banquillo sabiendo que es íntimo amigo de Pep Guardiola. El que, después de la expulsión de Motta, se acercó a Guardiola y le dijo al oído: "Ni así vais a ganar". Es el que en mayo, en pleno huracán mediático sobre su futuro blanco, eligió hospedarse en Mirasierra Suites, el hotel de concentración del Madrid, para preparar la final de la Champions. Y el que, en la rueda de prensa previa, fue capaz de tirarse una hora hablando. De todo, menos del rival. Mourinho es el que, nada más proclamarse campeón de Europa, salió en todas las televisiones diciendo que lo del Inter se había acabado y esa noche ni siquiera se subió al avión del equipo aunque en Milán le esperaban 60.000 aficionados.

Porque los códigos y las reglas valen para todos menos para él, que impone los suyos. "Lo importante es ganar la Copa de Europa, no lo que se hace después", dijo cuando le preguntaron sobre su ausencia en el avión. Lo importante para él era negociar su contrato con el Madrid antes incluso de reunirse con Massimo Moratti y antes de que los blancos despidieran a Pellegrini. A Mourinho nadie le hace sombra. Ni en el Oporto, donde solo existía él. Ni en el Chelsea, donde incluso quitó protagonismo a Roman Abramóvich. Y, después de haber vacilado con su verbo a Ferguson, Benítez y Wenger en la Premier, exportó su modelo al Inter. La temporada pasada le multaron dos veces. Una por teatrero cuando el gesto de las esposas. Y otra por irse de la lengua -"con el dinero que se han ahorrado en las primas para la Copa a ver si dan algo al Siena

[el último rival del Inter en la Liga]", dijo al Roma tras arrebatarle el título copero. En el Madrid quiere hacer lo mismo: provocar, centrar la atención en su persona para que los jugadores trabajen sin presión. Y es tan provocador que lo consigue. "No hace falta que la presión llegue desde fuera, soy yo el que la mete desde dentro", dice. Puede que sea el técnico que más disfruta en una sala de prensa. Hasta que pierde. Entonces impone el silenzio stampa. Como con el Inter el curso pasado.

Cuando se sienta ante los periodistas explica las cosas como si estuviese charlando por teléfono con un amigo de toda la vida. "Quiero un equipo a mi medida", dijo en Los Ángeles. Normalmente, es el entrenador quien amolda el grupo en función de las características de sus jugadores. En su caso, es todo lo contrario: "A mi medida significa con fuerza, ambición y sin miedo. La crítica tiene que ser un factor positivo, no de presión". Para ello ejerce de batidora. Desvía la atención -en los partidos amistosos se marchaba del banquillo para verlos desde el banderín de córner, por ejemplo- con diferentes estrategias y un objetivo: sacar de quicio a todos, menos a sus jugadores. Que se lo pregunten a Rijkaard, si no, o a los jugadores del Barça.

En el Madrid aseguran que es difícil discutirle los planteamientos, que es trabajador y exigente. Los jugadores añaden que se queja de lo malo, pero que también alaba a aquel que hace las cosas bien. No ha habido día que haya repetido un ejercicio. Tampoco ha habido días con carreras continuas, que tanto le gustaban a Fabio Capello. Todas las sesiones son con el balón. Dice Rui Faria, el preparador físico, que lo fácil sería entrenarse sin la pelota y que para entrenarse con ella hay que saber mucho porque requiere un trabajo mucho más específico.

Florentino Pérez, cansado de un técnico de bajo perfil como Manuel Pellegrini, fichó a Mourinho por provocador y por motivador. Y porque es capaz de sacar el máximo provecho de sus jugadores. A él se encomienda, entre otras cosas, para que recupere a Benzema. Como hizo con Sneijder. El holandés, descarte del propio presidente y considerado un desecho por la dirección deportiva, fue clave para el triplete del Inter. El poder que ejerce el técnico portugués sobre sus jugadores es tan grande que no se explican, si no, las lágrimas de un tipo tan duro como Materazzi. El central rompió a llorar abrazado a Mourinho cuando se despidió de él en una de las rampas del Bernabéu tras la Champions. No se explica, si no, cómo pudo sentar a Eto'o en el banquillo para luego pedirle que se sacrificara por el equipo -jugar más cerca del lateral que de la portería- sin que el camerunés rechistara. Y eso que acostumbraba a soltar la lengua sin freno. Ahora, con la salida de Mou, es cuando ha hablado por primera vez. Para pedirle a Benítez que le acerque a la portería.

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